domingo, 16 de agosto de 2015

CAPÍTUL0 2 | Unos calzoncillos en el patio

Abrí los ojos y tuve que volverlos a cerrar para no quedarme ciega. Miré la hora en el reloj de pulsera y vi que ya eran las cinco de la tarde; me había echado una siesta de seis horas y media. Y hubiera dormido más si no me hubiera despertado el hambre.

Fui a la nevera y cogí lo único que había: media tarrina de helado de fresa. Cogí una cucharita del cajón y me puse a zampar como si no hubiera un mañana. Esa misma tarde iría de compras y viviría una vida más sana.

En cuanto lo terminé, lo tiré a la basura y puse la cuchara en la pica de la cocina. Me dirigí directamente al escritorio de mi habitación, donde estaba el ordenador. Lo encendí, me metí en la aplicación cámara web y vi que parecía que un gato y un pájaro su hubieran peleado en mi pelo, y así no podía grabar. Efectivamente, soy Youtuber. No soy tan buena como elrubius o Pewdiepie, por ejemplo, pero tengo mis dos mil seguidores y un poco de partner. ¿Os pensábais que podría pagar una casa para mí sola solo con el sueldo de camarera? Ingenuos...

Llevo desde que tengo un piso para mí sola (19 años) grabando vídeos random, y con ellos he podido pagar la mitad de cosas que tengo ahora.

Me dirigí directamente a la ducha para arreglarme ese pelo y, cuando salí, vi lo peor del mundo: las raíces de color natural del pelo se podían ver a kilómetros, así que, me teñí. Gracias a dios, quedaba un poco de tinte. Mientras llevaba el papel de plata en la cabeza y el tinte hacía su trabajo, fui otra vez al ordenador, pero ésta vez para ver vídeos, algo a lo que soy una aficionada. El primer vídeo que vi era uno de HolaSoyGerman, luego uno de Smosh y uno de elrubius. Cuando empezó la canción del final de sus vídeos, el timbre sonó. Paré el vídeo y fui a ver por la mirilla quién era. No se veía muy bien, pero pude distinguir que era un chico muy alto.

No podía dejar que nadie me viera así, así que grité "¡un momento!", fui corriendo a por una gorra, casualmente mi favorita (una de Minecraft) y me tapé la cara. Corrí hacia la puerta y bajé la cabeza para que no se me viera la cara, ya que no iba maquillada. En cuanto la abrí, pude ver los pies del muchacho. Eran unas bambas que son solo para decorar, no para hacer deporte, y molaban mucho.

- Em... Hola... - saludó el muchacho. Su voz era profunda, y me sonaba de algo, pero no sé de qué.
- Hola. ¿Te puedo ayudar en algo?
- Sí... Verás... Soy el vecino de arriba y... bueno... estaba tendiendo la ropa...
- A ver si adivino, se te ha caído algo a mi patio.
- Sí.
- Ahora voy a cogerlo, espera aquí un momento.

Me di la vuelta y me dirigí al patio. Estaba en un primer piso, así que me tendría que acostumbrar a que cayeran cosas ahí. Miré por el suelo y vi unos calzoncillos. De Batman. Me aguanté la risa y me dirigí hacia la puerta de nuevo. Ahora entendía por qué hablaba con tanta vergüenza. Se los entregué y los cogió de inmediato.

- Gr-gracias... y siento molestar...
- Tranquilo. Será nuestro secreto.

Soltó una leve risa.

- Por cierto, ¿eres nueva en el edificio?
- Sí, justo he terminado de mudarme ésta mañana. Ha sido un buen regalo de bienvenida - me reí ligeramente, igual que él -. Bueno, me tengo que ir. Me has pillado un poco... ocupada.
- Ah, vale. Por si me necesitas, estoy en el piso de arriba.
- Muy bien. Hasta luego.
- Adiós.

Y cerré la puerta. Me quité la gorra y me senté en el sofá. Ya conocía a mi vecino de arriba, y al parecer le gustaba Batman.

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