Apagué el despertador un instante después de que empezara a sonar, para no despertar a Rubén, que estaba dormido en la silla, y para que no me vea así, sin maquillaje. No me gusta que la gente me vea sin él, me siento... Fea.
Me levanté silenciosamente, fui al baño con la ropa para trabajar y me preparé para salir. Volví a entrar en la habitación y pude fijarme en que estaba encogido de frío. Cogí una manta fina y se la puse por encima. Seguidamente, me dirigí a la puerta dispuesta a salir, pero antes cogí boli y un post-it (lo habíamos comprado el día anterior) y escribí "Me he ido a trabajar. Gracias por quedarte conmigo.
Lau"
Lau"
Lo despegué y fui a la habitación para pegárselo en la frente. Así me podía asegurar de que lo leería.
Salí con cuidado de no hacer ruido y me dirigí al bar para abrirlo, y volver a la rutina del lunes, con el café para despertarme (con una madalena, ya que no pude desayunar), la poca gente desayunando, los pequeños descansos, el descanso junto con la llegada de Ana y de David, la entrada de Rubén por la puerta...
Espera, ¿Runén acababa de entrar en el bar? Iba igual que ayer, así que no había ido a su casa. Echó un vistazo al bar, me miró,me guiñó un ojo y se sentó. Acababa el descanso en diez minutos, pero me acerqué y le atendí.
- Bienvenido al bar Ibáñez. ¿Qué desea?
- Pues... - miró la carta con una cara divertida unos segundos, a lo que me reí - Una tortilla. Y un café. Y que me digas por qué no me despertaste ésta mañana.
- Es que estabas tan mono durmiendo... - me miró con una cara de confusión - Quiero decir, no mono en ese sentido... Bueno, no quiero decir que no seas mono, quiero decir...
- No lo intentes arreglar - se rió durante unos segundos, provocando que lo hiciera yo también -. Solo voy a querer un refresco, gracias.
- Bien, ahora te lo traigo.
Me giré y, a medida que me acercaba a la barra, pude ver mejor la cara de Ana, la cual era de sorpresa, ya que con su boca formaba una perfecta "o". Entré en la barra y ella iba alternando la mirada entre él y yo. Cogí el refresco del congelador y un vaso lleno de hielo y con una rodaja de limón mientras miraba a mi compañera, que seguía mirándonos intermitentemente.
- ¿Qué?
- ¿Has visto quién es, tía?
- Sí, lo sé, es un cliente, al que le vas a llevar tú el refresco.
Se lo dejé en una bandeja en la barra. Seguidamente, la cogió y fue hasta su mesa. Dejó el refresco y el vaso y le dijo algo que no pude entender, pero luego supe qué le había dicho: quería una foto con él. Se había levantado y Ana sacó su móvil del bolsillo del delantal. Se hicieron una foto y ella volvió con la bandeja bajo el brazo y una sonrisa de oreja a oreja.
- ¿Has visto? - me enseñó la foto que se acababan de hacer - ¡Me he hecho una foto con elrubius!
- ¡Qué guay!
- Oye... - me llevó hasta la cocina,
ya que vio que nos estaba mirando - Tú le conoces, ¿verdad?
- Em... Sí, algo así.
- ¿Cómo que "algo así"? O le conoces, o no le conoces.
- Bueno, vale. ¿Me prometes que no le vas a decir a nadie, a absolutamente nadie, lo que te voy a decir? - se quedó pensativa unos segundos - Ana..
- Vale, te lo prometo.
- Pues... Es mi vecino.
Otra vez, la boca de Ana formó una perfecta "o". Instantes después, cerró la boca y se puso a sonreír como el gato risón de "Alicia en el país de las Maravillas", añadiendo una mirada pervertida y subiendo y bajando las cejas rápidamente.
- ¿Qué? - siguió con esa cara sin mediar palabra - Oh, por favor, qué vulgar eres. Solo somos amigos, por si lo quieres saber.
Su cara se tornó sombría.
- Pues hacéis buena pareja.
- ¿Qué? ¡No!
- Aish, siempre has sido así de terca. Si no estuviera con mi Samu, ya estaría en mi cama. Y sí, hacéis buena pareja. Solo hay que fijarse en cómo le miras.
- Yo no le estoy mirando...
- ¡Oh, por favor! Se ve a la legua que te gusta. Y que le gustas.
Me sonrojé hasta tal punto que notaba mis orejas calientes. Volvimos al trabajo y, minutos después, Rubén se acercó a la barra. Fui a atenderle, pero Ana se acercó para escucharnos a escondidas.
- ¿Cuánto es?
- Un euro con veinte céntimos - sacó ese dinero de la cartera y lo puso encima de la barra -. Oye... - alzó la vista y me miró a los ojos. Pude observar su color castaño claro. bastante bonitos, hay que admitir - ¿Te importa si le digo... Eso a mi amiga? - señalé a Ana, que se escondió de inmediato para esconderse mejor - Ya sabes, es mi mejor amiga, y le he confiado mis mayores secretos...
- No me importa. Mientras no se lo diga a nadie... Además, ya se lo has contado - sonrió, y yo me sonrojé. Se acercó a mi y me susurró: -. El bar no es tan pequeño. Se puede oír todo lo que decís desde la mesa en la que estaba sentado.
Se alejó y pude ver que estaba sonriendo ligeramente. Se despidió y salió del bar.
Cuando terminé mi turno e iba de camino a casa me puse a pensar. ¿Y si me gusta pero no lo quiero admitir? Era mono, la verdad, y buena persona, pero a un chico como él no le puede gustar una chica como yo. Definitivamente, él nunca saldría conmigo.
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